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Omega-3 y microbiota
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Thu, 25 May 2023 00:30:00 +0200
25 de mayo de 2023
Mucho se habla de los beneficios para la salud de las grasas de tipo omega-3 y también está en pleno auge todo lo referente a la microbiota intestinal y su impacto en muchas enfermedades. Así, la pregunta lógica es, ¿es la ingesta de omega-3 importante para nuestra «flora» intestinal? Y la respuesta es un rotundo sí.
Los microorganismos intestinales juegan un papel vital en la salud y los alimentos que tomamos con sus nutrientes ejercen profundos efectos sobre ellos, y viceversa, la microbiota intestinal ejerce un efecto sobre cómo aprovechamos esos nutrientes.
Los ácidos grasos poliinsaturados omega-3 de la dieta están muy relacionados con nuestra microbiota pues participan en la regulación de la inmunidad intestinal, en el equilibrio y funcionalidad del intestino, en el metabolismo de los ácidos grasos, etc. Aunque todavía quedan muchos detalles por conocer, los estudios en la actualidad muestran datos reveladores. Los omega-3 afectan a la composición de la microbiota, favoreciendo el equilibrio y evitando las alteraciones (disbiosis).
La ingesta de aceite rico en omega-3 ha demostrado reducir enterobacterias patógenas y favorecer la presencia de bacterias beneficiosas como bifidobacterias, lactobacillus y akkermansia, ésta última imprescindible para mejorar la función de barrera de la mucosa intestinal.
También se ha observado que pueden ayudar a mejorar la composición de la microbiota en personas con disbiosis, pueden reducir los niveles de sustancias proinflamatorias y aumentar la producción de compuestos antiinflamatorios, como el butirato (un ácido graso de cadena corta).
Además, los estudios de modelos animales indican que los ácidos grasos omega-3 ayudan a mantener la integridad de la pared intestinal e interactúan con las células inmunitarias. Todo esto quiere decir que son imprescindibles para que nuestro intestino mantenga una buena funcionalidad, en la absorción de nutrientes, una correcta función antiinflamatoria y un óptimo funcionamiento de nuestro sistema inmunitario.
Y por si eso fuera poco, los estudios en humanos y animales más recientes han resaltado la capacidad de estas grasas saludables para influir en el eje de comunicación intestino-cerebro, actuando a través de la composición de la microbiota intestinal.
El 19 de mayo se celebra el Día Mundial de la Enfermedad Inflamatoria Intestinal (EII) que incluye la enfermedad de Crohn y la colitis ulcerosa, patologías que aparecen cada año en 16 personas de cada 100.000 habitantes (datos del CIBER de Enfermedades Hepáticas y Digestivas). Son enfermedades inmunomediadas, inflamatorias y crónicas, y evolucionan en brotes (fases activas) y periodos de remisión (fases inactivas). Alteran la capacidad para digerir los alimentos y absorber los nutrientes y comparten síntomas como diarrea, sangre en las heces, cansancio, dolor abdominal, pérdida de apetito o pérdida de peso.
La colitis ulcerosa afecta a la pared del intestino grueso (colon) y la enfermedad de Crohn puede aparecer en cualquier parte del aparato digestivo (desde la boca hasta el ano). Muchos estudios han mostrado que los omega-3 son sustrato clave para la producción de sustancias antinflamatorias, que pueden regular y atenuar estos procesos inflamatorios y conducir a la remisión de las EII, por lo que podrían considerarse como una ayuda complementaria a su tratamiento.
El ácido eicosapentaenoico (EPA) y el ácido docosahexaenoico (DHA) son las dos formas activas principales. Los estudios que han evaluado todos estos beneficios se han realizado con dosificaciones de entre 600mg y 4g de EPA+DHA al día. Las ingestas dietéticas recomendadas son habitualmente más bajas, 250mg de EPA+DHA diarios, pues están evaluadas como mínimos imprescindibles y, aun así, muchas personas no llegan ni siquiera a ellas. La OMS recomienda el consumo mínimo de 2 raciones de 150g de pescado a la semana para llegar a ese promedio mínimo, sin embargo, la realidad dista mucho de lo ideal.
El EPA y el DHA se pueden sintetizar a partir del precursor esencial, el ácido α-linolénico (ALA) que se encuentra en alimentos vegetales como las nueces o las semillas de lino. Sin embargo, su producción requiere de varias reacciones químicas que además comparten con las grasas omega-6, por lo que la conversión a estas dos formas activas es mucho menos eficiente que la ingesta dietética directa. Por este motivo es tan importante consumir alimentos ricos en EPA y DHA, como el pescado azul, algunas algas como Schizochytrium sp o complementos alimenticios que los contengan.
Fuente: ElbotiquinNatural
www.cofenat.es
Fuente imágenes: sportlife
Los microorganismos intestinales juegan un papel vital en la salud y los alimentos que tomamos con sus nutrientes ejercen profundos efectos sobre ellos, y viceversa, la microbiota intestinal ejerce un efecto sobre cómo aprovechamos esos nutrientes.
Los ácidos grasos poliinsaturados omega-3 de la dieta están muy relacionados con nuestra microbiota pues participan en la regulación de la inmunidad intestinal, en el equilibrio y funcionalidad del intestino, en el metabolismo de los ácidos grasos, etc. Aunque todavía quedan muchos detalles por conocer, los estudios en la actualidad muestran datos reveladores. Los omega-3 afectan a la composición de la microbiota, favoreciendo el equilibrio y evitando las alteraciones (disbiosis).
La ingesta de aceite rico en omega-3 ha demostrado reducir enterobacterias patógenas y favorecer la presencia de bacterias beneficiosas como bifidobacterias, lactobacillus y akkermansia, ésta última imprescindible para mejorar la función de barrera de la mucosa intestinal.
También se ha observado que pueden ayudar a mejorar la composición de la microbiota en personas con disbiosis, pueden reducir los niveles de sustancias proinflamatorias y aumentar la producción de compuestos antiinflamatorios, como el butirato (un ácido graso de cadena corta).
Además, los estudios de modelos animales indican que los ácidos grasos omega-3 ayudan a mantener la integridad de la pared intestinal e interactúan con las células inmunitarias. Todo esto quiere decir que son imprescindibles para que nuestro intestino mantenga una buena funcionalidad, en la absorción de nutrientes, una correcta función antiinflamatoria y un óptimo funcionamiento de nuestro sistema inmunitario.
Y por si eso fuera poco, los estudios en humanos y animales más recientes han resaltado la capacidad de estas grasas saludables para influir en el eje de comunicación intestino-cerebro, actuando a través de la composición de la microbiota intestinal.
El 19 de mayo se celebra el Día Mundial de la Enfermedad Inflamatoria Intestinal (EII) que incluye la enfermedad de Crohn y la colitis ulcerosa, patologías que aparecen cada año en 16 personas de cada 100.000 habitantes (datos del CIBER de Enfermedades Hepáticas y Digestivas). Son enfermedades inmunomediadas, inflamatorias y crónicas, y evolucionan en brotes (fases activas) y periodos de remisión (fases inactivas). Alteran la capacidad para digerir los alimentos y absorber los nutrientes y comparten síntomas como diarrea, sangre en las heces, cansancio, dolor abdominal, pérdida de apetito o pérdida de peso.
La colitis ulcerosa afecta a la pared del intestino grueso (colon) y la enfermedad de Crohn puede aparecer en cualquier parte del aparato digestivo (desde la boca hasta el ano). Muchos estudios han mostrado que los omega-3 son sustrato clave para la producción de sustancias antinflamatorias, que pueden regular y atenuar estos procesos inflamatorios y conducir a la remisión de las EII, por lo que podrían considerarse como una ayuda complementaria a su tratamiento.
El ácido eicosapentaenoico (EPA) y el ácido docosahexaenoico (DHA) son las dos formas activas principales. Los estudios que han evaluado todos estos beneficios se han realizado con dosificaciones de entre 600mg y 4g de EPA+DHA al día. Las ingestas dietéticas recomendadas son habitualmente más bajas, 250mg de EPA+DHA diarios, pues están evaluadas como mínimos imprescindibles y, aun así, muchas personas no llegan ni siquiera a ellas. La OMS recomienda el consumo mínimo de 2 raciones de 150g de pescado a la semana para llegar a ese promedio mínimo, sin embargo, la realidad dista mucho de lo ideal.
El EPA y el DHA se pueden sintetizar a partir del precursor esencial, el ácido α-linolénico (ALA) que se encuentra en alimentos vegetales como las nueces o las semillas de lino. Sin embargo, su producción requiere de varias reacciones químicas que además comparten con las grasas omega-6, por lo que la conversión a estas dos formas activas es mucho menos eficiente que la ingesta dietética directa. Por este motivo es tan importante consumir alimentos ricos en EPA y DHA, como el pescado azul, algunas algas como Schizochytrium sp o complementos alimenticios que los contengan.
Fuente: ElbotiquinNatural
www.cofenat.es
Fuente imágenes: sportlife
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